Hoy, hoy cheque su menú antes de ingresar a cualquier restaurant de postín o fonda esquinera. En la parte alta de la carta alimenticia deberá constar la leyenda: “LIBRE DE CLEMBUTEROL”. A lo mejor se le antojan unos bistecitos a la mexicana arropada con frijoles y una pisca discreta de arroz con chicharos. En ese momento recuerda usted como de rayo del súbdito azteca de la reina Madre que sigue acumulando elogios por su forma de colocarla al interior de la red enemiga. De regreso de esa regresión patriotera se concentra en la calidad y sanidad del cárnico. Imposible de realizarla debido a que usted trae un hambre canija. O en otra alternativa, se introduce en uno de los múltiples comederos fundados por pateadores importados de la tierra de Gardel.
Quienes nomás dejan de portar tacos, de los que se usan para no patinar sobre el césped, no de los otros que forman parte de la indiscutible gastronomía nativa, ponen una fonda donde las carnes son presuntamente importadas de allá, de Sudamérica, acompañadas de vinos de la región y ensaladas surtidas, escanciada con salsas que pican rete harto. Ahí la única garantía que aparentemente existe es que se trata de cárnicos, supuestamente, importados que están libres de sustancias dopantes. Aunque no descarte que el chef che traiga esa materia prima de la carnicería esquinera donde se vende carne de exportación por carne de caballo de rancho casi urbano.
La noticia le dio vuelta al mundo porque resulta que la posibilidad de que atletas de distintas latitudes puedan ser cachados con sustancias prohibidas en el torrente sanguíneo es altísima. Y entonces a las que les meten, otras sustancias, desde sus países de origen se le aumenta el riesgo de que puedan ser pepenados con otras mayormente vulgares, el asunto de pone de órdago. La preparación de los dioses atléticos incluye traerlos puestos a tono a las competencias con materiales que cuestan millonadas en el mercado negro o ilegal, precisamente porque se garantizan como indetectables por los laboratorios antidopaje acreditados. Que siempre van a la zaga frente a esas innovaciones tecnológicas y experimentales.
Pero si permite escribirle el problema central no es ese. Sino que las autoridades sanitarias del país, de charango y pandereta, corruptas hasta la medula, permiten con absoluta impunidad que los ganaderos y engordadores de todo tipo de aves nos enfermen y hasta maten por utilizar sustancias que aceleran el proceso engordador de esos y otros animales. Es escandalosa la cantidad de carne animal que circula sin ninguna cortapisa ni freno legal y que consumimos ingenua y torpemente porque no hemos exigido freno alguno a estos enriquecidos atracadores burócratas de todo nivel.
A las bacterias y virus que se multiplican por doquier sin ningún control, porque por ejemplo, buena parte de las verduras que tragamos se riegan por ejemplo con aguas negras tupidas de materia fecal, alias mierda, se suma esa posibilidad de multiplicación de enfermedades gastrointestinales que a más de uno mandan al otro barrio con chorrillos interminables y retortijones magníficos. Es decir que lo que comemos por la parte superior del cuerpo nos enferma porque lo que arrojamos por abajo a drenajes supuestamente asépticos luego es transportado en canales que los vierten y son utilizados para regar lo que ingerimos en un círculo que aniquila a muchos.
Varios otros atletas, según de alto rendimiento, no únicamente los pateadores exonerados por las autoridades cómplices futboleras que tripulan las teleras sin recato ni pudor alguno, presentan dosis muy posiblemente altas del ya famoso clembuetcétera que los inhabilitan, por lo menos, para competir en lo inmediato mientras se realizan las investigaciones conducentes que son tortuosas y denigrantes para los chamacos. Y el origen justificante y quizá real es que comieron unas albóndigas tóxicas de aquello o unas tortitas ingenuas de carnita de res o puntas de filete que llevan en su estructura cárnica dosis de engordatorio artificial que es considerado ilegal por las Santísimas y Pulcrísimas Autoridades Mundiales del Atletismo Competitivo y Anexas.
Por si no lo recuerdan los Juegos Panamericanos están a la vuelta de la esquina en tierras tuneras del occidente. Por resulta que el comité organizador se niega a traer carne de fuera para evitar que los competidores aparezcan contaminados por ingerir aquella materia prima montada en la chicha nativa que genera energía al ingerirla pa aventarse clavados, golpear adversarios, correr desaforadamente más que los otros o saltar alturas insospechadas. Nada de sacar divisas por ese conducto sino exigir a las autoridades correspondientes impongan los controles legales conducentes para evitar consumir lo que está tupido de contaminantes de todo tipo, incluido el clembuetcétera. Carne segura para los deportistas jajajajajja. Cuando llevan años los ganaderos metiéndole a sus hatos y granjas de esas chingaderas que nos matan. Jajajajja.
Unos ingeniosos teutones mandaron unas azafatas de conejillas de indias. Les otorgaron viáticos para que se atascaran de platillos nativos, con su respectiva dosis de peptobismol y alka seltzer, pa aguantar las diarreas posteriores, pero con el requisito de que fueran incluidos platillos con abundantes porciones de carnes locales. Todo ello avalado por la Agencia Alemana AntiDopaje, no como el operativo armamentista rápido y furioso, y el fatídico resultado es que, inmediatamente dieron positivas de clembuetcétera ambas cuando antes fueron negativas. Y las diarreas tardaron algunas semanas en ser contenidas por la cantidad de chilito colateral que se metieron. ¡Danger ein Mexicouuu!